
REDUCIDO
de Antonio Di Benedetto
en Mundo animal/ El cariño de los tontos
Adriana Hidalgo Editora
Desde su aparición en mis sueños, fue, en cierto modo, mi perro. Como de día no tengo perro y sí muchas fatigas, es bueno curarse de ellas con un cuzquito nocturno, que no exige de uno ni siquiera moverse de la cama. Sólo es necesario dormirse, con el deseo, que sería inútil expresar a nadie, de esas horas de holgorio –liviano e infantil, lo admito-, para que él se presente dispuesto a jugar o, con comprensión superior de perro, para acompañarme mansamente.
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